Tercer Año, segundo semestre, no pensé que a ésta altura del partido podría mi cuello oler a vainilla, ni sentir el ideal de subyacente calidez que va de la mano con la dicha de sentir en su interior, ésa clara preocupación que se canaliza en angustia.
Tercer Año, veinte reconocidos respiros, veinte años de vida y creo hay que hacer algo dentro de la planificación diaria; encontrarme, claro de a poco lo estoy logrando, pero en el camino hacia ello, en el largo sendero que piso cada día, me voy recordando a regañadientes que hay algunas costumbres que de ya debiera haber olvidado, y sin embargo, siguen aqui conmigo, como niñas pequeñas que no quieren volver solitas a casa.
A simple vista, todo comenzó siendo un dolor de cabeza, una molestia constante, una pesadilla sin despertar, un calvario de inocencia interrumpida, de sueños rotos, de falsas espectativas: sin embargo, con el tiempo, y el querer dármelo, comenzaron de a poco a fluir las situaciones, la gente manifestándose logró integrar parte de mis días, incluso aquella que se habia "quedado atrás".
De a poco todo comenzó a tomar forma, a tener sentido, convirtiéndome sin darme cuenta en parte de aquel "todo" que tenia frente a mis ojos, y no queria asumir; sin embargo, se lleva el pesar de una soledad auto - impuesta, por no querer conocerme, por negar la realidad que me tocó vivir, por no dejar sentir a ése músculo constante que me permite la vida, al cual le soy muy agradecida cada día.
Aquella realidad me hizo caer en la cuenta que nada sabía de Stephanie Smith, aquella persona de género femenino a la cual veo todas las mañanas, desaliñada al espejo: siempre ignorando sus problemas, preocupaciones, miedos, ideas, alegrías, seguí el rumbo llevada por la inercia [el peor enemigo de la música, y también de mí ], empujada hacia una meta que a veces pienso no me corresponde: LA PEDAGOGÍA.
Me gusta cantar, me gusta la música, me gusta disfrutar, no tener que preocuparme de cosas difíciles, no tener que trabajar para vivir, el tomar micro cerca, el tener casa donde quedarme, el comer cada día, el recibir un abrazo, un reto, un saludo, un "como estás". Lo tengo todo, y sin embargo, seguí actuando como aquella niña que salió del nido porque solita quizo emprender el vuelo, sin darse cuenta que bajo el árbol podía encontrarse con muchos problemas.
Claro, ahora yo digo "sí, realmente has sabido superar los obstáculos", pero a costa de errores y sufrimientos, aquello que siempre me negué a sentir, a conocer, a vivir; siempre ha sido mi vida aquella tormenta que difícilmente puede caber dentro de un vaso, incluso sin agua: y constantemente me hago la idea de vivir en un mundo lleno de fantasías, de recuerdos a medio tejer, entre la oscuridad de los días, y la luminocidad de la bruma.
Tengo veinte años, y quisiera representarlos como tal; no enojarme si alguien no me cree que puedo guardar silencio por más de dos minutos, sentarme tranquila a contemplar las situaciones de la vida, poder conversar sin que el otro espere alguna carcajada fuera del tema, fuera de contexto. Es cierto, muchas veces actúo sin pensar en las consecuencias, y cuando pienso, me arrepiento aún más del daño provocado.
Dolor, daño, angustia, tiene todo eso algun sentido, dentro de todo, lógico, como de caricatura, entre que te digo que te quiero, y si realmente lo siento, pero me cuesta creer que al verme a los ojos me estas creyendo, me escuchas con tus frases irónicas, me lanzas palabras de confianza, sin tener la insolencia de contemplar de vuelta algún gesto infante, como si en vez de tener veinte, tuviera recien cinco, cinco minutos de pensar que todo aquello que dijimos realmente es verdad, realmente me duele ...
Cargo con ése sueño, ése en el que nos miramos a los ojos, me cobijas entre tus brazos, me dices que el cariño sigue siendo el mismo, niegas el haber mentido, niegas el haberme echo daño, crees que todo tendrá un final feliz, y sin ver al resto, nos vamos de la mano; y es en verdad triste pensar que todas aquellas veces, en las que en efecto puse a correr ésa película en mi mente, en la realidad nunca haya echo efecto, sólo se quedó encerrado el recuerdo onmiscientemente truncado en mi memoria, como queriendo decirme que nunca llegaste, nunca exististe, nunca nos vimos, nunca me dijiste algo, nunca sentiste, nunca algo pasó, y todo fué producto de mi imaginación, ésa imaginación de niña, adolescente, aquella que no sabe nada de la vida, y que teme dar un paso, que ya va como en quince pero se niega a creerlo.
Re - inventarme, es lo que espero conseguir, quiero buscar ése rumbo que me pertenece, que tiene mi nombre en las orillas del pavimento, quiero sentir que en efecto pertenezco al lugar en el cual me encuentro, a pesar de tener gente que confirma aquella hipótesis, quiero creer realmente que es cierto, el hecho de seguir siendo la misma, pero con enfoque, con notoriedad, coherencia, tino, alegría constante, motivación, ideales, metas y amor.
Porque a veces siento que con todas estas tontas vueltas que he dado, a veces pierdo el rastro de mi sombra, y cuando encuentro el cuerpo que reconozco como el mío, a veces siento que le hace falta un pedacito de simple complejidad. No quisiera entrar en detalles, no intentaré comparar realidades, sólo siento que hay una parte de mí que hace bastante tiempo quiere manifestarse, a veces sin querer queriendo lo ha hecho [ como es el caso de éste texto ], y que tiene aún más fuerza y valentía para lograr todo lo que quiera, incluso aquello que ella misma se ha privado de sentir, y que aún dentro del tumulto de escombros no quiere asumir:
Tengo veinte años, y no quiero tener miedo a representar algo que en el presente soy.
Mrs. Smith